Si la vida es como un fulbito de potrero, yo no debo estar jugando bien: nadie me pasa la pelota y no sabría, si la tuviera, como tirar al arco. Lo único cierto es que no soy yo el que la tiene en los pies.
No es mía la fiesta. Ando como expulsado, abolido, destronado.
Es martes. Estoy en este pueblito andino desde hace una semana. Entre tanto silencio de sonidos naturales, mi voz emigró hacia adentro.
Es un bello lugar para vivir, pero también para morir.
Es un bello lugar para vivir, pero también para morir.
Vine aquí con un cuaderno, dos lapiceras y un bolso que nunca llegó al aeropuerto. Con lo puesto, algo de dinero y demasiadas cosas pendientes, me alojé en un hostal de la quebrada: una habitación modesta, pero limpia y luminosa con baño a compartir y cama de dos plazas.
En Buenos Aires quedó una mujer a la que pretendo mansa sin lograrlo .
Mala señal que me sienta cómodo durmiendo solo en una cama de dos.
Los cerros parecen volcanes que humean nubes bajas. Aunque los volcanes no están aquí, sino en otros sitios, a la espera de hablar el fuego, como yo. Catedrales de piedra y colores varios que no necesitan de profetas ni de idólatras.
Los primeros días caminé, subí, bajé entre cardones para no darle tregua a mi cabeza que parece un puzzle espinoso como los cardones.
Hace ya mucho tiempo anduve por estos sitios con un poncho rojo, el pelo bien largo y una vincha. Ya no tengo ni el poncho, ni el pelo ni la vincha, aunque no perdí cierta fuerza que me animaba a soñar.
Ayer decidí ir a la ciudad. Almorcé tarde en la peatonal, tomé café en un bar con billares y después me puse a recorrer calles laterales. Después de un par de horas y cuando pensaba irme hacia la Terminal para volver a Humahuaca, me llamó la atención un cartel mal filetaeado: Asociación Gardeliana Siuhg King y sobre el costado derecho , el dibujo de un hombre bailando tango con una marioneta: él, con típico sombrero, pañuelo al cuello y zapatos de charol; ella, con un top negro, falda roja bien cortita, taco aguja y cara como de porcelana.
En la vereda, un tipo morocho, gordo, parecía estar esperando a alguien. Me hizo un gesto como de saludo que sugería cierta complicidad que no entendí.
__ Estoy esperando que abran el negocio __ me dijo riéndose. Le faltaba un diente.
Cuando iba a preguntarle qué vendían, se abrió la puerta – ya eran como las siete de la tarde y hacía bastante calor – y un chino apareció, saludó y me tomó del hombro:
__ Pase, pase __ insistió y yo percibí que no tenía chance. El gordo ya estaba adentro y parecía conocer a todo el mundo.
Era una casa antigua, grande, con un hall, un vestíbulo amplio, varias habitaciones una a continuación de la otra y una escalera de madera que conducía a una segunda planta Me pareció ver un jardín en el fondo, pero la penumbra rojiza del lugar y la música de milonga me sumió en una especie de mareo.
Varias mujeres semidesnudas, como muñecas de cera, estaban sentadas en sillones pequeños y descoloridos
Hacia la izquierda, había una barra con un letrero luminoso que decía: Tragos y algo más…
Pensé en irme, pero vi a un par de ursos instalados a la entrada y desistí.
Me acordé de Renata que me había despedido en el Aeroparque con cierto desgano y un beso largo que no pude corresponder.
Estoy ahí, parado como un vaquero de una mala película en el instante preciso de dispararle a un grupo de matones a caballo.
Vi que el chino le decía algo a la que parecía más joven, una chica delgada, rostro aindiado con excesivo maquillaje, un top negro y una minifalda roja.
La chica vino hacia mí.
__ ¿Tomás una copa? Me condujo hacia la barra colgada de mi brazo.
Un tipo rubio , mediana edad, me sirvió un trago después de hacer una suerte de malabar y un batido.
__ ¿Vos no tomás? __ le pregunté a la chica para decir algo, aunque mi voz me sonaba como de otro.
__ Cuando trabajo no tomo __respondió mientras encendía un cigarrillo y me tiraba el humo en la cara con un burdo gesto de “mirá qué sexy soy”.
Después vinieron dos tragos más fuertes y la minita me empezó a acariciar el cuello .
__ Otro cliché __ me dije, a pesar de que ya mi estado no me permitía analizar nada de lo que estaba ocurriendo.
Me fue llevando hacia una de los cuartos; contrastaba con todo lo que había visto hasta ese momento: una cama con una manta andina, un sillón de mimbre, una mesita como de algarrobo y un bañito con inodoro, lavatorio y un tachito.
__ ¿Con forro o sin forro? __ inquirió mientras se sacaba la ropa.
__ Con __ respondí como un autómata
__ ¿Completo?
__ Sí
De repente casi me abalancé y empecé a acariciarla con suavidad, besándola en la boca, abriéndosela, pasándole la lengua por todo ese cuerpo de niña, pechitos diminutos, le mordisqueba el cuello ,, le lamía los pies y su sexo , hasta que ella empezó a gemir y la penetré una y otra vez , lentamente hasta su grito y el mío, yo sorbiéndole los pezones como un amante desesperado.
Ella fue la primera en apartarse, encendió un cigarrillo mientras yo me levanté a tirar el profiláctico y lavarme un poco.
Después me senté en el sillón para mirarla, para saborearla desde allí y regresé nuevamente para penetrarla con un apasionamiento que ella compartió.
__ ¿Cómo te llamás?
__ Aquí Stefanía.
__ ¿Cuántos años tenés?
__ Catorce
Recién entonces volví a la realidad. ¡Nunca había querido acostarme con una puta y me acababa de encamar con una pibita de catorce años!
Hubiera querido ser el vaquero que liquida al chino, al rubio, al gordo y a todo chabón que se me pusiera delante.
__ Me gustó un montón __ dijo la piba. Sos raro vos. Todos los tipos vienen acá para que yo les haga cosas, de todo, pero vos me las hiciste a mí . Nunca había acabado. Bah, sí, cuando tenía doce con un primo mío. Pero no como hoy. Si se entera el chino me mata.
Miré el celular: las nueve de la noche. Me vestí.
__ ¿Vas a volver? __ casi suplicó la pendeja.
Me sentía una mierda. Y encima iba a tener que pagar un toco de guita antes de salir.
La besé en su boca ya abierta para mí.
__ Mañana vuelvo.
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