Me condenaron a vivir para siempre porque había matado a un niño. Y a recordarlo todo el tiempo. Sin embargo ése sólo era un estadío de la eternidad.
Tantos fueron los días y tanta mi tortura que empecé a volverme cada vez más leve. Desde esa liviandad logré alcanzar lo eterno, lo absoluto de esa condición.
Por fin, me encontré con la Muerte quien me llevó consigo a través de un silencio astral.
Pensé, agradecido que había llegado la paz. Pero ella me obligó a regresar al mundo después de siete años de tormento infinito, convertido en Gregorio Samsa.
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