__ No vieja. Me espera Juanse. Sale a las siete del laburo. Tengo que estar ahí.
__ No me gusta ese Juanse. Muy bohemio. Huguito me gusta más para vos.
__ Ay mami, Juanse es divino, super compañero. Huguito, como lo llamás vos, tiene humos de niño bien. Lo único que le interesa es recibirse de abogado para defender a los ricos y viajar a Europa.
__ Vieja, estoy grande, puedo pensar por mí misma.
__ Sos igual que tu padre. Dále, quedáte a comer un pedacito de biscochuelo…
__ No mamá, tengo que estar ahí, ya se me hizo tarde.
Me saludó con un beso, me abrazó cariñosa y salió corriendo justo para alcanzar el colectivo que la llevaba a Lanús, donde trabajaba Juanse.
Muchos años después vino a casa una chica y me contó que se había hecho amiga de Graciela; habían estado las dos secuestradas en el Pozo de Banfield con Juanse también. Graciela le hizo prometer que si se salvaba iba a avisarme. Había tenido una beba a la que le puso Lucía , como yo. Pobre hijita mía, ni siquiera tuve el coraje de ponerme un pañuelo blanco y salir a la plaza. Yo tendría que haber estado ahí todos estos años. Cuando le arrancaron a la bebita de los brazos le gritaban “zurda de mierda”. Pero ella era peronista como mi difunto marido.
Ahora sueño con que aparezca Lucía.
Hugo se recibió de abogado y tiene mucha plata. Nunca vino a verme y eso que yo lo vi nacer porque vivíamos casa por medio y los chicos se criaron juntos.
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